Texas - Amber Hagerman era una simpática niñita a quien le gustaba pasear en su bicicleta.
A sus nueve años, era muy inteligente y dulce, y todos los que la conocían la querían. Aquél día de 1996, Amber estaba paseando como siempre en su bicicleta, enfrente de su casa en Arlington, Texas, un tranquilo suburbio a medio camino entre Dallas y Fort Worth. Entonces se acercó una camioneta pick-up que no parecía del vecindario.
Un individuo bajó del vehículo y se acercó a Amber. Nadie está muy seguro exactamente sobre qué ocurrió después. Un vecino escuchó gritos, y cuando acudió a investigar, vio que el hombre empujaba violentamente a Amber dentro de su camioneta, antes de partir de ahí a toda velocidad.
El vecino llamó a la Policía, y reportó el hecho. Pero cuando le pidieron una descripción del vehículo no supo dar señas precisas. Sólo recordaba que era una pick-up vieja, pero no tenía ni el modelo, la marca o las placas.
La Policía no pudo actuar con tan pocos datos. Mientras se despachaba una patrulla al lugar de los hechos, y se entrevistaba a vecinos, se perdió valioso tiempo. Familiares y amigos de Amber iniciaron la búsqueda en los alrededores, sin éxito.
La madre de la niña estaba destrozada, pero nadie tenía datos que ayudaran. Cuatro días después del secuestro, encontraron el cadáver de Amber. Había sido degollada y su cuerpecito fue tirado como basura en un canal de desagüe, no muy lejos de su casa. Por supuesto, el golpe fue terrible para la familia, pero también horrorizó e indignó a los habitantes de Arlington. A pesar de que la Policía realizó una investigación a gran escala, nunca se pudo encontrar al asesino de Amber.
Los noticieros, los periódicos y las estaciones de radio de Dallas y Fort Worth no dejaban de hablar del horroroso hecho. Todos estaban indignados. Un radioescucha llamó a una estación durante un programa al aire e hizo una pregunta sencilla: "¿Porqué ustedes, los medios, no se coordinan para dar boletines cuando un niño es secuestrado?".
Las estaciones de televisión y radio en Texas (y en todo Estados Unidos) siempre interrumpen la programación para dar boletines por tormentas, lluvias o tornados. Por ley lo hacen desde hace mucho tiempo. ¿Porqué no hacer lo mismo cuando se roban a un niño?, razonaba el radioescucha. Así, no solamente sería la Policía la que buscara al secuestrador, sino que habría millones de ojos que podrían ayudar a encontrar el automóvil en que se llevaron a la víctima.
Era una idea sencilla, sí. Pero a nadie se le había ocurrido. De hecho, según expertos, los primeros minutos en un secuestro son vitales. Si se deja pasar el tiempo aumentan las probabilidades de nunca encontrar a la víctima viva. O de hallarla muerta. La idea fue propuesta por los locutores a los dueños de la estación.
Y éstos, a su vez, se la propusieron a los dueños de otras estaciones de radio y televisión en el norte de Texas. Semanas después, estos ejecutivos se reunieron con las autoridades policiacas y les ofrecieron sus espacios para alertar a la población cuando un niño fuera secuestrado. Este nuevo programa fue bautizado como Amber Alert (o Alerta Ámbar, en español), en honor a aquella niñita de Arlington cuya vida se perdió por no haber actuado a tiempo.
Todas las estaciones de Dallas-Fort Worth se coordinaron y comenzaron a emitir Alertas Ámbar cuando la Policía recibía un reporte del secuestro de un niño. Si por ejemplo alguien está oyendo radio, o viendo televisión, de pronto suena una chicharra de alerta, y se interrumpe la programación para dar a conocer que un niño o niña fue raptado.
Se da también la descripción del menor, y la del secuestrador. Pero lo más importante es que se da la descripción del vehículo usado en el secuestro. No importa qué tan rápido maneje el secuestrador, al momento en que la Alerta Ámbar difunde sus datos, es casi seguro de que alguien lo va a ver en la calle.
Han habido muchos casos extraordinarios en los que la Alerta Ámbar ha ayudado a salvar vidas de niños, como la de aquél obrero que trabajaba en la construcción de una carretera. El hombre escuchaba la radio cuando se emitió una Alerta Ámbar, dando las placas del vehículo donde el secuestrador huía con dos niños.
El trabajador no tenía dónde anotar, por lo que escribió el número de las placas con su dedo, sobre la tierra suelta. Poco después, vio pasar un auto que se parecía al descrito. Checó las placas y comprobó que era el mismo número que él había escrito sobre la tierra. Tras llamar a la Policía, varias patrullas se lanzaron tras el auto, y minutos después se pudo detener al sospechoso y regresar a los niños con su familia, sanos y salvos.
La Alerta Ámbar ha sido más que exitosa. De hecho, a los poco meses fue decretada como ley en todo el estado de Texas, y cuando varios otros estados vieron su eficacia también la adoptaron. En California, particularmente, muchos niños han sido recuperados gracias a la Alerta Ámbar de allá. Vaya, hasta en Canadá ya tienen su versión local del programa, el cual se llama igual: Amber. En 2003 el presidente George W. Bush firmó el decreto que convertía a la Alerta Ámbar en un plan a nivel nacional.
Coordinados con las estaciones de radio y TV locales, y el Servicio Nacional de Meteorología, los Departamentos de Policía ahora pueden difundir los secuestros casi al momento en que se los reportan, aumentando la posibilidad de atrapar a los delincuentes. Pero aún más importante, es que con esto se aumenta la probabilidad de rescatar a las víctimas sanas y salvas. Como ha ocurrido en muchas ocasiones.
La efectividad de la Alerta Ámbar estriba en el enorme número de personas que escuchan radio al manejar. No importa qué estación, porque todas se encadenan en la misma alerta, y la repiten por intervalos. Con eso, se puede decir que millones de personas se unen a la búsqueda de un niño secuestrado, lo cual sería imposible de lograr si solo se dependiera de los oficiales de Policía y los detectives. Últimamente, las Alertas Ámbar han pasado de las ondas hertzianas, a las mismas calles y autopistas.
En Texas, por lo menos, los boletines se difunden también en pizarras electrónicas que funcionan sobre las autopistas, para dar reportes de tráfico. Así, si una persona no escucha radio, puede enterarse de los datos de un vehículo secuestrador al ver las pizarras sobre la carretera.
Viendo la efectividad de la Alerta Ámbar en Estados Unidos, ¿no sería efectivo aplicar un plan similar en México, con eso de tantos secuestros y raptos? Claro, las condiciones no son las mismas. Por ejemplo, en México poca gente reporta un secuestro a la Policía, por temor a represalias.
También hay que tomar en cuenta que no son pocos los policías involucrados en bandas de secuestradores, y ellos podrían dar el "pitazo" a sus secuaces si a alguien se le ocurre reportar la desaparición. Y además, está el problema de la corrupción, etcétera... Pero mucha gente en México escucha radio. Mucha gente maneja con su estación favorita encendida. Y los que no manejan, o no tienen carros, usan microbús o taxis. Y los choferes generalmente escuchan radio.
En Dallas-Fort Worth, cuando se emite una Alerta Ámbar son más de 5 millones de pares de ojos los que potencialmente pudieran encontrar al secuestrador. Imagínese cómo sería una Alerta Ámbar en una ciudad como el Distrito Federal, donde se contaría con la ayuda de hasta 25 millones de personas, que podrían estar alertas y reportar al vehículo de los delincuentes. Cabe la posibilidad de que, con tanto atraco, necesitemos no boletines esporádicos, sino suspender toda la programación diaria.
No habría tiempo para otra cosa, mas que para reportar secuestros y atracos. Quizá no sería costeable para los radiodifusores. Cierto, a la mejor una Alerta Ámbar no sería la panacea para solucionar la inseguridad, ni acabar con los secuestros en México. Hay motivos más profundos que se deberían atender, como la pobreza, y la corrupción.
Es hasta posible que una Alerta Ámbar no funcionara igual en México. Pero quizá la idea sea buena. Tiene más ventajas que desventajas. Por lo menos, suficientes ventajas para intentarse. Quizá se podría usar un programa similar, pero adaptado a las necesidades de México.
Aunque no me imagino qué tantas "adaptaciones" requiera. Tecnológicamente, los medios en México están casi a la par que en Estados Unidos. ¿Qué se necesitaría? Estaciones de radio hay. También hay radioescuchas, millones de ellos.
El obstáculo más grande que se podría enfrentar sería poder coordinar un sistema de transmisión en cadena con todas las estaciones, para emitir los boletines. Pero hasta eso también existe ya en México, y funciona bastante bien. ¿Se acuerda por ejemplo de los informes de gobierno? Lo que se necesitaría entonces sería voluntad. Voluntad de los dueños de estaciones y del gobierno.
De los departamentos de policía. Porque a fin de cuentas, si hay voluntad para transmitir -con bastante éxito- los informes de gobierno del presidente (y que a casi nadie le importan), ¿porqué no la habrá para salvar una vida? Yo creo que eso sí nos importaría a todos. Y si hay alguien a quien no, quizá ya es hora de que debiera importarle, ¿no cree usted?