Emilce Oliva.....Niños desaparecidos. "Hay dos días de máxima importancia en la vida de una persona:el día en que nace y el día en que descubre por qué". William Barclay

miércoles, 27 de agosto de 2008

se dice, el grupo de cuatro parejas consumió 14 botellas de vino en total.


Difícil de creer.

¿Casi dos botellas por cabeza en poco más de 120 minutos, si se tiene en cuenta que casi siempre una o más personas de un grupo no beben como las demás y que había más mujeres que hombres? (Los últimos suelen ser los que más beben.)
Difícil de creer.
Está bien.
Los ingleses tienen fama de beber exageradamente, especialmente en vacaciones. Unos más que otros. Pero, vista la contextura de Kate McCann, ¿saben, los que han bebido alguna vez dos botellas de vino en toda una noche, lo que eso podría significar para ella?
Salvo que tomaran otras drogas, vamos a decir ‘compensadoras’ del alto estado etílico, como cocaína o anfetaminas, por ejemplo (esto no ha entrado a discusión), todos tendrían que haber estado por lo menos balbuceando y tambaleándose de alguna forma patente a eso de las 22:00.
Nada de eso he encontrado en las informaciones de la prensa. Y me sorprende que, aparentemente, no le haya llamado la atención a la policía.
(Una posibilidad sería que una parte del grupo reunido haya tenido ganas especiales de embriagarse rápidamente, por ejemplo. ¿Por qué, si tenían la noche por delante y estaban de vacaciones? ¿Por qué la prisa? ¿Para olvidar? O, también, que el alto número de botellas forme parte de una cierta trama preparada con antelación, que no conocemos. Ésto, sólo en el supuesto de que ya habían empezado los problemas antes de la cena de los adultos, es decir, al momento de dejar a los niños solos en sus camas para poder marchar. Algo que tampoco sabemos.)
Se afirma que el médico Russell O’brian estuvo ausente alrededor de una hora, supuestamente en la tarea de controlar cómo estaba su hija o, tal vez, todos los niños.
¡Una hora!
Entonces, también, tuvo solo poco más de una hora, o simplemente menos tiempo, para beberse su propia ración etílica.
¿Qué hizo o estuvo haciendo todo ese tiempo? ¿A nadie le llamó la atención su larga ausencia? ¿Uno se reúne a cenar con amigos para luego desaparecer durante una hora?
(Otra posibilidad sería que el vino no le había caído bien y que tuviera su cabeza largo tiempo colgando del inodoro. Sé de casos así. Felizmente no propios y más bien de gente no acostumbrada a beber alcohol.)
Alguien –del círculo de conocidos de los McCann, ¿de qué otro círculo podía ser?- informa a Sky News a las 22:11 que se ha producido un secuestro, que es lo mismo que debe haber anunciado Kate pocos minutos antes.
¿Un secuestro?
¿Cómo lo podía saber ella con tanta seguridad?
(Se dice que la madre habría afirmado encontrar a eso de las diez de la noche, un muñeco de peluche que su hija llevaba consigo normalmente para dormir, en un lugar inusual, cuando Maddie ya no estaba.)
¿Por qué no llamó inmediatamente a la policía de ser así?
Otras preguntas.
En este tipo de hoteles, los empleados y la administración suelen ser especialmente atentos y serviciales. ¿Por qué no llamó entonces la misma administración del hotel a la policía como un favor mínimo y como reconocimiento de cierta co-culpabilidad?
¿O tal vez no pudieron creerse su versión? ¿Por su estado etílico?
La policía, como ya se indicó, recibe el anuncio del secuestro 30 minutos después, a las 22:41.
Una posibilidad sería que el silencio de la pareja fuera una condición de los secuestradores. Pero estos no existen. Hasta ahora. No existen llamadas, ni mensajes ni exigencias conocidas.
Es decir, la madre solo supone lo que quiere suponer.
¿Por qué?
Es más, como vimos ayer, se sabe que antes de llamar a la policía, Kate McCann solicitó en la recepción del hotel, el número del párroco del lugar.
Se trata de un sacerdote de la Iglesia Anglicana, Haynes Hubbard.
¿Por qué y para qué quería comunicarse con él en un momento tan grave de su vida, en vez de utilizar todas sus energías y tiempo para revisar todos los lugares cercanos posibles?
Por experiencia como padre, uno puede llegar a imaginarse primero lo peor.
En la práctica, empero, no se va uno primero corriendo a la policía o a los medios de comunicación a anunciar un posible rapto o secuestro. Sería absurdo, salvo que se tengan pruebas fehacientes: una ventana o puerta forzada, un mensaje extorsionador o amenazas pasadas.
Los McCann bien podrían haber afirmado que llevaban varios días sospechando de algo, pero no lo hicieron. En todo caso, de ser así, nadie se va de vacaciones para ver a sospechosos de querer secuestrar a tu hija y quedarse tan tranquilo en un restaurante contiguo a cenar y beber vino, mientras que la niña duerme a 50 ó 100 metros de distancia en su habitación sin custodia.
Un padre, o una madre, normales, se pone primero a buscar en todos los lugares cercanos posibles. Roperos, baños, cocinas, pasadizos, cuartos de lavar, habitaciones que pueden servir de escondite, y –en este caso- habitaciones de los vecinos.
Desesperadamente.
Es experiencia propia. (Inocua, por suerte, en nuestro caso.)
Uno supone que la niña se ha despertado y que ha salido en busca de alguien, sus padres o conocidos.
Uno, como padre o madre, puede imaginarse que el niño o la niña ha podido tener un ataque de sonambulismo, por ejemplo, y no se debe encontrar muy lejos.
Uno sale a buscar por los alrededores del hotel, en la playa, en las piscinas. Considera todo, desesperadamente. Separa el terreno y distribuye el terreno en zonas de búsqueda.
No le dice a una vecina que llamó a la policía si no lo ha hecho, ni se preocupa de preguntar primero por el número del párroco de confianza.
(Aquí vale incluir la mención de una segunda mentira obvia y probada por la policía. Los McCann aseguraron no haber salido el día en cuestión toda la tarde de su apartamento, pero la policía tiene en su poder un video o vídeo en el que se ve a la familia a las 18:00 en una heladería.)
Consciente de que cada minuto que pasa puede significar un peligro nuevo para la criatura, lo primero que uno se pregunta como progenitor es si la criatura está en algún lugar conocido, viendo televisión con alguien, por ejemplo. O, de lo contrario, si se está desplazando hacia algún lugar, sola o no.
Revisadas todas estas posibilidades sin éxito, recién puede uno llegar a pensar que se trata de un secuestro o de un rapto. Antes puede tratar de buscar huellas de que las puertas o ventanas han sido forzadas.
¿Hicieron todo esto los McCann?
Al parecer no. No lo sé. (Una ventana -asegura El País- había sido forzada, pero por dentro, según fuentes policiales. Otro punto estrella de la investigación.)
Lo fascinante de este caso para mí, lo decía al comienzo y refiriéndome de paso al tema de anteayer, que también tenía que ver con la psicología de grupos, es lo siguiente.
Imagínense a ustedes mismos en una situación parecida.
Ustedes son una pareja de médicos de cierto renombre, gente con éxito en su profesión, están pasando unas vacaciones agradables con sus hijos en una playa de un país del sur de Europa, los niños acaban de cenar y es lo que ustedes mismos se disponen a hacer en compañía de otras parejas de su edad y de su nivel social, después de haberlos llevado a dormir a su habitación.
(Pasemos por alto, por ahora, la grave irresponsabilidad que esto significa.)
Por costumbre o por particular necesidad de esa noche, a ustedes se les ocurre –y lo discuten, porque son profesionales en ese campo- darle un somnífero o sedantes a uno de los niños que no muestra muchos deseos de querer dormirse y que puede llegar a aguarles la fiesta. (**)
Hasta allí todo ‘bien’.
Ustedes, proceden profesionalmente y se van a su pachanga.
Entonces, descubren que se les ha pasado la mano.
El pánico se apodera de ustedes.
El choque emocional es tremendo, no solo han perdido una hija por negligencia (¿ocurrió bajo los efectos del vino?), están a punto de pasar a perder todo como por un efecto dominó.
El grupo lleva consumidas varias botellas de vino. Por lo menos una por cabeza. Ustedes no pueden pensar claramente.
Alguien –probablemente uno de los amigos presentes- los convence de que lo mejor es esconder el cadáver y decir que se trata de un secuestro.
Antes los convence de su inocencia, de que se trata de un accidente. Le puede pasar al más pintado en la profesión médica.
Algo que, como profesionales del ramo que son ustedes, tienen que conocer y saber vivir con ello perfectamente. Todos los días. De cada año. Suele ocurrir en clínicas y hospitales, ¿no es cierto?
En un primer momento, a ustedes les puede parecer eso una idea descabellada. Pero, después de sopesar todas las otras posibilidades –entre ellas la cárcel-, se inclinan por el mal menor.
Ahora, ya están dentro del montaje (histriónico).
Solo queda seguir escenificándolo.
Estos son sólo supuestos, a propósito de mi mención de la psicología de grupos, al comienzo.
Me pregunto, también, hasta qué punto (de ser los padres culpables o parte de ellos, no lo sé) este no puede ser un caso en el que se encuentren envueltas tantas personas –influyentes de alguna forma- que al final quede sin ‘poder’ resolverse por cuestiones de índole político-diplomática. O, hasta de carácter religioso-diplomático.
Casos sumamente más graves han quedado enterrados en ese pantanoso terreno de las relaciones políticas, económicas o diplomáticas de dos países, como es el caso del ex espía ruso, Alexander Litvinenko, asesinado por envenenamiento a finales del año pasado en Inglaterra.
O el caso de los 13 agentes de la CIA que secuestraron en las calles de Milán a un imam egipicio, Abu Omar, el 17 de febrero del 2003. Un juez italiano decretó su arresto al considerar probado el secuestro.
Sin que hasta ahora suceda absolutamente nada.
Una página de la red, bastante interesante, aunque exenta de rigurosidad y orden profesional –siendo como dice ser la autora, una criminóloga- y con bastantes ínfulas detectivescas, tiene una teoría que no suena mal. Es una teoría, nada más, claro.
“Elvira Saez de Alberola […] profesional con 15 años de experiencia en el estudio de la ciencia forense y criminologica” (sic) llega a tejer una teoría tentadora en su bitácora titulada ESCEPTICISMO CRIMINOLOGICO (sic).
¿Su conclusión hipotética?
El padre habría sido el autor de la sedación involuntaria mortal y la niña habría sido enterrada muy cerca de una iglesia, con ayuda de más personas.
Todos los detalles del caso y las declaraciones de todos los testigos no se conocen con certeza.
Se saben solo parcialmente, sobre todo por filtraciones de la prensa. De tal manera que no hay forma actual de contrastar fehacientemente los datos e informaciones de los dos autores hasta ahora citados aquí ni los de la prensa, en general. (Ver postdata de la entrada de ayer.)
Incluso se ha llegado a afirmar que el cadáver de la niña podría estar en altamar, arrojado dentro de un saco desde el yate de un amigo de la pareja, que ya fue investigado al comienzo. (*)
Lo que parece estar más o menos claro, voy a repetirlo –fiándonos de fuentes como El País, por ejemplo- es que esa noche, a las 22:00 una vecina al enterarse de la desaparición de la niña, se ofrece a la señora McCann para llamar a la policía, obteniendo como respuesta que ya se ha hecho la correspondiente llamada.
Algo que ha sido fácilmente comprobado como una mentira por la policía.
Ésta recibe la llamada –anunciándose un secuestro, ¿cómo lo podían saber a esas alturas?- unos 30 minutos después que la prensa británica, concretamente Sky News.
Es simplemente increíble.
Interesante también ver cómo la cortina de humo empieza a aumentar desproporcionadamente y pocos parecen haber visto en esto una anomalía más.
Es el efecto mediático. El deslumbramiento que producen las luces y las cámaras, la televisión, las noticias sensacionalistas.
El efecto Hollywood, que nos ha acostumbrado a absorber (digerir) la información sin apenas haberla masticado.
Los McCann se mueven por todo el mundo. Viajan en un lujoso jet privado a visitar al Papa y a ‘nadie’ (públicamente) se le ocurre preguntar ¿qué es esto? ¿Qué se cocina aquí?
¡Con qué facilidad se pueden entrevistar con presidentes, mandatarios, artistas, autoridades y hasta recibir la bendición del Papa!
¿No es esto algo que debería llamar poderosamente la atención? ¿No es obvio que hay gente poderosa detrás de todo esto?
De ser así, ¿por qué?
(El Vaticano acaba de borrar de sus enlaces o vínculos la página digital de los McCann, dicho sea de paso.)
Tal vez los últimos pasos de la pareja son los más interesantes.
Cuando son declarados oficialmente sospechosos por la policía lusa, abandonan el lugar que había oficiado como su cuartel general. Es decir, abandonan el centro de operaciones de lo que se suponía era su principal preocupación: encontrar a su hija.
Esto, a pesar que habían afirmado tajantemente que no se moverían del lugar hasta que no encontraran a su hija, viva o muerta.
¿Ya no les interesa (más, tanto)?
Aquí un extracto de las palabras del padre, al momento de regresar a su hogar, sacadas de su diario personal:
We have had very mixed emotions since coming back to our own home. It is very comforting to have such familiar surroundings and our own belongings and the twins have settled straight back in as if they have never been away. We have had numerous visitors with friends and those in official capacities. We have appointed solicitors to advise us and assist our Portuguese lawyer in preparing our defence against any possible charges.

¿Se han dado cuenta de lo que falta, de lo primero que tendría que haber sido echado de menos en una descripción así? Espero equivocarme.
El último paso es sintomático: consultan al abogado que evitó la extradición de Pinochet.
¿Actúa de esta forma alguien que se sabe inocente?
¿Alguien que se sabe inocente y ha perdido a su hijo, podría dejar de lado su preocupación principal, solo porque la policía maneja ahora una hipotesis –según el mismo supuesto- falsa?
Además, ¿cómo llega alguien a pensar en la supuestamente mejor defensa posible en todo el país -o acaso del mundo- para un caso así?
¿Por qué –de pronto- defensa y, además, la mejor?
Se busca la mejor defensa cuando el rival, enemigo o contrincante es especialmente fiero, invencible o difícil. Algo que desde mayo, desde la desaparición de la niña, no ha sido la policía con ellos.
Al contrario.
Los McCann han sido tratados con guantes de seda en Portugal.
(Tendrían mucho que perder los portugueses, si los ingleses les voltearan la cara como destino turístico. Este es otro punto a no olvidar y que puede influir en la trayectoria de este caso policial. El párroco que podría estar implicado, es británico, también. Atención a este último punto que no puede dejarse de lado en un país tan creyente y con tan fuertes lazos religiosos como es Portugal.)
¿Qué teme la pareja de médicos ingleses de pronto ahora?
¿A la policía? ¿A sus pruebas?
Si se trataba realmente de un secuestro, ¿cómo es que hasta ahora no ha habido ninguna exigencia por parte de los secuestradores, salvo una que resultó ser falsa y orquestada adrede?
Si se trata de un rapto sin fines pecuniarios, de algún pederasta, por ejemplo, ¿por qué cejar en el esfuerzo de encontrar a su hija, viva o muerta, solo porque la policía maneja una de las diversas hipótesis que, además, está obligada –ojo- a manejar?
Los familiares y amigos más cercanos son siempre los primeros sospechosos de la mayoría de crímenes que suceden ‘en casa’, los llamados caseros.
Mis dos grandes preguntas son: ¿por qué sangre? ¿Por qué en la maletera o maletero?
Si es cierto que alguien se encargó –tendría que haber sido una tercera persona- de retirar el cadáver de la niña de la habitación, ¿cómo lo hizo?
Tenemos dos componentes de una misma situación: deshacerse de un cadáver y sangre.
Si partimos del supuesto que la sangre la perdió la niña estando viva, ¿cómo es posible que aparezca esa sangre en la maletera o maletero del vehículo que alquilaron casi un mes después de su muerte?
¿Anduvo moribunda durante un buen tiempo y con posibilidades de ser salvada?
¿Es la sangre una gota caída de uno los catéteres de una transfusión o de una las punzadas recibidas con el fin de estabilizar su estado o seguirla manteniendo en estado inconsciente mientras se buscaba una solución, continuando con el supuesto anterior?
Si partimos del supuesto que la sangre la perdió la niña estando ya muerta, entonces estaríamos ante un caso particularmente grave de ocultación de pruebas de un delito, pues no habría muchas formas de explicar la pérdida de sangre de un cadáver.
Punto a los detalles aquí.
Me aventuro, finalmente, a sospechar que este caso corre peligro de terminar empantanado en esa espesa selva que suelen urdir e imbricar la mezcla de falsos sentimientos patrióticos, por un lado, y claros intereses económicos, por otro.
Tanto Portugal como Inglaterra tendrían mucho que perder en caso de conocerse la verdad y llevar a los tribunales a los culpables. Los primeros en el campo turístico y los segundos -tal vez- en el llamado ‘prestigio’ y que no suele ser nada más que falso orgullo propio.
Aunque todas estas no son nada más que conjeturas hechas en base a la información que llega filtrada a la prensa desde fuentes policiales generalmente no confirmadas y seguramente cometo -además- inexactitudes e incurro en confusiones, en cambio, otros puntos piden explicaciones a gritos.
Un cadáver no pierde así no más sangre, por ejemplo.
Y, no creo, como muchos -tampoco-, que la maletera o maletero sea el lugar ideal para transportar niños.
Menos si están vivos.
¿O sí?
Querría que los McCann no perdieran su condición de simples sospechosos. Querría que se termine solucionando el caso de una manera inesperada e insólita y que dé alivio a todos. O a muchos.
Querría eso y mucho más. Que la niña esté viva en algún lugar, por ejemplo. Querría nunca -jamás- tener que juzgar a nadie. Querría nunca tener que cometer ninguna injusticia. Ni siquiera con mi peor enemigo.
Por ahora, como casi todos ustedes, solo tengo muchas preguntas.